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Elizabeth: Una búsqueda inconsciente por Amor.

Richard G.Erskine, Ph.D.
Instituto de Psicoterapia Integrativa, New York.

 

Elizabeth parecía como una niña perdida cuando comenzó la psicoterapia. Se describía a sí-misma como “vacía, perdida y confusa”. En sus primeras sesiones, se preguntaba si tenia una “depresión heredada”, porque a menudo se sentía “muy vacía por dentro”. Se vestía pobremente, aunque tenia un trabajo bien remunerado. Sus ropas nunca le quedaban bien, ni tampoco combinaba los colores o el modelo. Su pelo a menudo parecía desgreñado y necesitado de un corte. Mis primeras impresiones de Elizabeth fueron de una niña no querida y descuidada.

Elizabeth estaba casada y describía la relación con su marido como “nosotros simplemente vivimos juntos” sin mucho contacto físico. Ella no veía problema en su matrimonio, porque ella y su marido a menudo hacían cosas juntos, tales como ir a ver muchas películas y estaba encantada de que el hiciera la compra y la comida.

Cuando Elizabeth tenia 5 años, su padre le dijo en cierta ocasión muy enfadado, que su madre estaba “deprimida” y que la depresión fue el motivo por el que “abandono” la familia. Su padre se enfadaba a menudo y se ponía crítico si Elizabeth preguntaba cualquier cuestión acerca de su madre. No había ninguna foto de ella, ni tampoco ningún contacto con la familia de la madre. La madre dejo de existir. Nunca hubo ningún tipo de conversación entre Elizabeth y su padre sobre la desaparición de su madre. El padre de Elizabeth nunca reconoció la pérdida emocional de la madre para Elizabeth y por supuesto la no validación del duelo intenso y la necesidad de ser amada. Ella inconscientemente concluyo durante los años de su infancia que sus sentimientos, vacío y soledad significaban “Yo no intereso a nadie”.

Elizabeth no podía recordar nada acerca de su madre conscientemente. Ella no podía evocar a quién se parecía su madre. El padre admitió que había destruido todas las fotografías, incluyendo las fotos de la boda y las fotos en donde aparecía Elizabeth cuando era un bebé en preescolar con su madre. El resultado fue que Elizabeth caminaba por las calles de New York en busca de un rostro que podría ser de su madre. El anhelo de amor para Elizabeth era inconsciente. Ella solo tenia conciencia del vacío interno y de la “búsqueda” desesperada.

Ella no era consciente de sus necesidades de cuidado y amor. Cada vez que indagaba acerca de cualquier necesidad relacional que Elizabeth pudiera tener, o acerca de su madre, ella inconscientemente acariciaba sus labios o su pelo. Yo reconocí esos gestos inconscientes como una necesidad de seguridad y de cuidado temprano a pesar de que ella no podía ni pensar, ni verbalizar sus necesidades. Su auto-consuelo al principio no tenia significado para ella hasta que hablamos acerca de las muchas, muchas veces que acariciaba sus labios y su pelo, antes de asociar el auto-consuelo a la necesidad del afecto materno y de la necesidad de ser tocada, acariciada. Aunque ella no tenia conciencia de su necesidad de ser cuidada, ella actuó sus necesidades inconscientes en la transferencia a través de su desamparo y porte descuidado.

Elisabeth le parecía incomprensible que yo pudiera pensar acerca de ella entre sesiones. Ella no tenía la sensación de que podría causar impacto en mi. A diferencia de otros clientes, Elizabeth nunca me echó en falta cuando yo viajaba. Ella a menudo decía que no sabia de que hablar en nuestras sesiones. Ella esperaba que yo fuera critico con ella. En nuestras primeras sesiones, ella fue capaz de identificar esta expectativa de mi potencial critica y asociarlo a las memorias explicitas de las “constantes criticas a cualquiera” que su padre hacia. Durante esta fase de terapia, ella tomo conciencia de haber hecho una explicita decisión de guión entre los 10 y 12 años, de ser cautelosa con todo el mundo porque “la gente es criticona”.

Elizabeth pudo recordar algunas historias y memorias explicitas de las interacciones con su padre, particularmente acerca de celebraciones especiales o de vacaciones donde ellos hicieron actividades conjuntas, tales como ir al football o a nadar. Pero, Elizabeth no tenia la capacidad de conceptualizar, ni de hablar acerca de cómo se sentía en la relación, ni tampoco tenia conciencia de sus necesidades relacionales. Durante la psicoterapia, las memorias implícitas de Elizabeth fueron transformándose en historias explicitas. Elizabeth describía como ella apretaba su cuerpo como una manta contra su marido en la cama. A través de la indagación fenomenológica acerca de sus sensaciones, afectos e imágenes internas, ella finalmente dijo “Yo creo que no podría apretarme contra mi padre. Su abrazo era rígido y él siempre tenia prisa o era critico”. Este comentario fue la apertura para examinar la cantidad de reacciones transferenciales en su matrimonio y también para la realización de su desconocida rabia contra su padre por la ausencia del amor en su familia. Ella comenzó a preguntarse acerca de la causa de la depresión alegada de su madre y el porque del abandono familiar.

Nunca hice terapia con la posible introyección de las actitudes o sentimientos de su padre. Si hubiera tenido la oportunidad hubiera investigado si era él el que estaba deprimido, particularmente después de que su mujer le abandonara cuando Elizabeth tenia 5 años. Es posible que este “constante criticar a todo el mundo”, el destrozar todas las fotografías y su negativa constante a hablar acerca de la madre de Elizabeth fuera una expresión de su depresión o de su amargo resentimiento, o ambas cosas.

En el tercer año de terapia, cuidadosa y persistentemente indague acerca de la relación temprana de Elizabeth con su depresiva madre. Sentí una intensa ternura por esa niña pequeña que una vez fue y el acompañamiento a las necesidades de un bebe descuidado y a las de una niña pequeña en parvulario. Mantuve mis ojos en ella todo el tiempo, particularmente en sus ojos para poder captar cualquier brillo o movimiento hacia abajo o hacia dentro buscando atención. Experimente una inocencia simple en ella y un deseo de “agradar a toda costa”. Mis suaves comentarios y reflexiones de sus posibles necesidades infantiles fueron recibidos con confusión y/o comentarios redefinidos – comentarios sin relación con su vulnerabilidad, necesidades o su madre. Estas reacciones yuxtapuestas incluían el menosprecio de mi cuidadosa atención, a las palabras de ternura o descripciones de las necesidades relacionales de una niña joven – una yuxtaposición entre lo que desesperadamente necesitaba de ambos padres y de lo que no había ni memorias implícitas ni explicitas. Su desvío y comentarios distantes también expresaban la Creencia inconsciente del Guión “No necesito nada”.

Elizabeth no tenia memorias ni explicitas ni implícitas de su madre ni de su padre de lo que era el contacto visual, de gestos de cuidado o palabras, o cualquier atención a su perdida, a su vulnerabilidad o necesidad. Elizabeth carecía del concepto de las necesidades relacionales, solamente conocía la soledad, la búsqueda vacía de “algo”.

Su modelo interno funcionando, una memoria implícita – o, en este caso, su no memoria porque los sucesos nunca ocurrieron – perfilaron su sensación de confusión, tristeza y vacío del trauma acumulativo de lo que nunca sucedió pero de lo que hubiera sucedido en una relación familiar amorosa. En su lugar, su conclusión inconsciente construida sobre muchos años de descuido fue “No soy querida”.

Mi psicoterapia con Elizabeth a menudo se focalizo en sus sensaciones físicas como una expresión inconsciente de posibles necesidades que no fueron atendidas y permanecieron insatisfechas cuando era una niña. Estaba especialmente atento a sus necesidades de seguridad expresadas inconscientemente, a las de validación, y a la de confiar en alguien que es consistente, defendible y armonizado con su afecto. La necesidad relacional de crear un impacto en un otro significante, o de que el otro tome la iniciativa de gestos de cuidado, fue eminentemente ausente en su diseminada narrativa acerca de la vida en familia. Cada una de estas necesidades se convirtieron en una parte integral de nuestra psicoterapia juntos. Repetidamente identifique, valide y aprecie estas necesidades esenciales.

A través de bastante indagación fenomenológica y explicación de las necesidades normales de los niños – y por inferencia, sus propias necesidades – Elizabeth y Yo reconstruimos una historia que empezó a tener sentido para ella, de sus anhelos, de su descuidado aspecto, de sus frecuentes gestos de consuelo, de su malestar emocional tanto con el contacto visual como el contacto afectivo y la interminable búsqueda del amor materno.

Mi cuidadoso y creciente acompañamiento sirvió para informarnos continuamente de las necesidades no satisfechas de una niña pequeña. La ternura, amabilidad y dulzura que procure llevar a la terapia proporcionaron y envolvieron la relación terapéutica – una relación que facilito valorar a Elizabeth, por primera vez en su vida, en sus necesidades y vulnerabilidad. Al mismo tiempo, le fui facilitando su identificación y comprensión de las conclusiones inconscientes de su guión que “la vida es una búsqueda vacía”. Poniendo en palabras esta conclusión inconsciente, a lo largo de numerosas sesiones llegó a ser importante para Elizabeth, porque dio sentido a sus anhelos, a su vacío y a la búsqueda de su madre. Poco a poco empezó a sentirse más segura en nuestra relación terapéutica como para poder finalmente hacer el duelo por la pérdida de su madre y reconocer la rabia contra las críticas y la distancia emocional de su padre. Su aspecto fue mejorando poco a poco. Periódicamente aparecía vestida con algo nuevo que la hacia atractiva. Un día, en el quinto año de terapia, me sorprendió con un nuevo estilo de corte de pelo y teñido – una manera adulta de cuidado. Comenzó a pedir a su marido que hiciera cosas para ella y que fuera más afectuoso. Como resultado, ella relataba un aumento de la intimidad con su marido. Ya no buscaba el rostro de su madre por las calles de New York; su búsqueda inconsciente por amor se hizo consciente. Aprendió a ser amada.

 

Traducido por Arantza Arrillaga Arregui, en Bilbao a 4 de Junio de 2007.

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