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El Dilema Padre-Hija: Incesto y Contra-Incesto

Brenda Bary y Ron Ohlson

Transactional Analysis Journal (Vol.15, No. 4, October 1985) 

Traducción y adenda de Angela Pérez Burgos

 

Resumen: Las víctimas de contra-incesto son hijas cuyos padres se alejan con un rechazo aparentemente frío, cuando las hijas llegan a la adolescencia y los impulsos incestuosos surgen en ambos, padre e hija. Esta acción, una formación reactiva defensiva por parte del padre, da lugar a una auto-imagen negativa de la hija. Los celos de la madre y su competitividad, pueden agravar la situación. Se plantean la decisión del guión, las manifestaciones de rackets y las experiencias reforzantes de estas víctimas, así como  algunos de los  tratamientos reparadores que necesitan los terapeutas masculinos y femeninos para ayudar a sus pacientes a volver sobre este período con un resultado más saludable.

Después de años de poca investigación y discusión teórica, se ha escrito mucho recientemente sobre relaciones incestuosas, en especial las que afectan a la relación padre-hija (Justice & Justice, 1979; Koch, 1980; Vander Mey & Neff, 1982). Este incremento se debe en parte a una emergente consciencia de las cuestiones sobre los límites femeninos (Rubin, 1983) y también al hecho de que las mujeres están más dispuestas a revelar las relaciones incestuosas. Para muchas mujeres tal revelación reduce el sentimiento de culpa y alivia la presión interna de llevar un secreto familiar durante muchos años. En este sentido, la revelación puede ser muy terapéutica. Por otro lado, también puede implicar un cambio en el Triángulo Dramático, de Víctima a Perseguidor mientras se revive el guión.

Como profesionales clínicos nos hemos dado cuenta de un fenómeno, que se menciona brevemente en Justice y Justice (1979, p.212) y en Summit y Kryso (1978), que puede ser tan frecuente como el incesto. Llamamos a este fenómeno "contra-incesto", ya que se basa en una formación reactiva a los deseos incestuosos y a los impulsos experimentados por un padre y por una hija. La dinámica del contra-incesto está bien ilustrada por una paciente de veintiocho años de edad, que muestra un racket de rechazo severo. Ella es una atractiva y vibrante mujer, físicamente bien desarrollada que  descuenta su belleza con obesidad y con un aspecto desaliñado. Es muy sensible al rechazo e interpreta varios juegos como "¿Por qué siempre me pasa esto a mí?" y "Arrinconada" (Berne, 1964) con el fin de recibir como ganancia el rechazo. Al describir su infancia temprana, dijo que ella y su padre eran "buenos amigos" hasta que tuvo diez o doce años, momento en el que su padre, de repente, se apartó de ella sin explicación. Nunca más la tocó, la abrazó, ni siquiera le hizo cumplidos. Ella se convirtió así en una víctima de  contra-incesto.

Las historias evolutivas de las víctimas de contra-incesto son similares a la que acabamos de relatar. Padre e hija se describen como muy cercanos en los primeros años del desarrollo, con el padre siendo cálido, haciendo un buen contacto físico, abrazando, acariciando y en general prestando atención a su hija. Sin embargo, cuando la hija alcanzó la pubertad, o cuando ambos se dieron cuenta de su desarrollo sexual, el padre se asustó de sus propios deseos y se retiró para protegerse de sus sentimientos incestuosos. A continuación, se volvió rígido, frío, retraído, convencional y con frecuencia muy estricto sobre las actividades sociales de su hija. A menudo invitaría a un juego de "Alboroto" (Berne, 1964) desde la posición de Perseguidor mediante el descuento a su hija y ella haría el cambio correspondiente de Víctima a Perseguidor al convertirse abiertamente en una rebelde.

El Rol del Padre

En este tipo de sistema, la hija se siente romántica y físicamente atraída hacia su padre, de igual forma que hacia los hombres mayores en el proceso evolutivo natural. Ella tiende a idealizar a su padre, quiere ser atractiva para él, y desea cercanía y caricias, especialmente si ése ha sido el tipo de relación que han tenido en los primeros años de desarrollo. Mientras experiencia que el padre se va apartando de ella tiende a pasar a una posición de "Él Está Bien, Yo No Estoy Bien" debido a su tendencia a idealizarle. Es difícil para la hija comprender que el problema radica principalmente en el padre y no en ella. Posteriormente, ella tiende a culparse del retraimiento. Los mensajes psicológicos que recibe de su padre hacen que ella decida que su atractivo físico y su sexualidad son la causa de ese retraimiento. Ella puede decidir que la belleza es peligrosa, que no es lo suficientemente buena, o incluso que merece ser rechazada, y luego formar continuas creencias de guión sobre la base de esta decisión. Los sentimientos del Niño Libre de la hija que resultan de este dilema son la rabia y la tristeza. Su conducta externa, o manifestaciones de sus rackets, pueden incluir rechazar a otras personas con la falta de atractivo físico y con un comportamiento rebelde, a menudo a través de la promiscuidad sexual. En un nivel físico, puede llegar a ser obesa, anoréxica o clínicamente deprimida. Ella va a buscar a hombres que continuamente la rechacen, con el fin de reforzar el sistema de creencias de que está mal, de que no es lo suficientemente buena o de que merece el rechazo, mientras que al mismo tiempo está simbióticamente esperando a que el padre vuelva y la ame.

El Rol de la Madre

La madre a menudo juega un papel muy activo en este sistema de contra-incesto. Muchas veces la madre se siente tan amenazada como el padre, por la emergente sexualidad de su hija y su atractivo (Friday, 1977). Esto es especialmente cierto si la propia madre es insegura, deja de funcionar sexualmente, o fue criada en un sistema familiar competitivo. Por lo tanto, la madre puede intentar limitar el atractivo sexual de la hija de varias maneras. Puede que impida a su hija arreglarse, etiquetando dichas conductas como vanas, innecesarias o incluso malignas. Puede ser crítica y desaprobar cualquier manifestación de afecto entre padre e hija. Puede que nunca les permita a ellos dos estar a solas, o de una forma competitiva, buscar caricias al mismo tiempo que su hija está intentando conseguirlas de su padre. Por último, la madre también puede convertirse en controladora y restrictiva de las actividades sociales de la hija. Como resultado, la hija podría sentirse rechazada por la madre, debido a su sexualidad y a su atractivo, y puede adoptar muchas decisiones negativas acerca de sí misma y de su rol como mujer.

Algunas mujeres pueden experimentar rechazo por parte del padre, incluso sin su retraimiento, simplemente porque él no dice nada cuando la madre está siendo crítica y controladora en el desarrollo social y sexual de su hija. Al no proteger de una forma activa el derecho de su hija a un crecimiento pleno de su femineidad, la hija puede llegar a la conclusión de que su padre, al igual que su madre, la rechaza como mujer.

La Educación Familiar

Una solución parcial al dilema del contra-incesto es la educación familiar.
Ya que el incesto supone límites que son demasiado laxos y el contra- incesto incluye límites que son demasiado rígidos, la solución requiere hacer conscientes a los padres de los límites apropiados en torno a los temas sexuales. El padre necesita ser alentado para validar la belleza emergente de su hija, su femineidad y su sexualidad, sin invadir los límites o retirarse con demasiada intensidad. El propio padre debe ser claro y dar pistas no verbales a su hija de que es sexual y físicamente atractiva para él y de que él se hace cargo de este comportamiento, por lo tanto, bajo ninguna circunstancia, se volverá sexualmente activo con ella. Además, tiene que comunicar con claridad que él será el encargado de ese proceso para que ella pueda sentirse segura y protegida.

Él lo hará mostrando en todas las áreas que tiene sentimientos, pero que no está dirigido por ellos y que no va a involucrase en formas de actuar impulsivas o que den miedo. Asegurado esto, el padre podrá elogiar a su hija sobre su apariencia, así como su forma de pensar y sentir, sin temor de actuar sobre los impulsos sexuales o la necesidad de retraerse a causa del deseo emergente en su hija de validación sexual. Además, el padre y la madre deben ser abiertamente afectuosos entre ellos, dejando claro tanto a nivel social como psicológico, que la satisfacción, el placer y la expresión sexual forman parte del sistema padre-madre. Por último, la madre debe cuidar tanto de sus necesidades internas de seguridad como de su rivalidad, así puede validar y constatar de forma efectiva el propio crecimiento y desarrollo de su hija.

Otra solución parcial al problema del contra-incesto es animar a ambos progenitores a participar activamente en el cuidado infantil temprano, con conductas tales como cambiar pañales, bañar y alimentar. Se ha demostrado que este cuidado incrementa el vínculo entre padres e hijos y disminuye la incidencia de incesto entre padres e hijas, e incluso entre el padrastro y sus hijas (Parker, 1985). Parece probable que la expansión de los lazos afectivos pueda disminuir la incidencia del contra-incesto también, ya que el vínculo sano podría hacer que los límites saludables sean más fáciles de mantener.
Terapia con las Victimas de Contra-Incesto

Dado que es poco probable que tales atributos familiares ideales estén completamente presentes en un gran porcentaje de familias, será necesario un considerable trabajo reparativo con los niños de estas familias no ideales. Por lo tanto, una razón más para la identificación de este síndrome es ayudar a los terapeutas a aprender a acercarse a sus pacientes de sexo femenino, mientras que estas pacientes negocian la reescenificación de la etapa de desarrollo adolescente durante el tratamiento. Como demasiados terapeutas masculinos han abusado sexualmente de muchas pacientes de sexo femenino, y de este modo o bien se refuerza el daño hecho antes del incesto o bien se genera un nuevo daño parecido al incesto, mucho de los terapeutas masculinos más concienzudos a menudo cometen errores en la misma dirección que los padres con el contra-incesto. En sus esfuerzos por mantener la neutralidad terapéutica y por no estar excesivamente implicados, o resultar excitantes a sus pacientes de sexo femenino, estos terapeutas varones a menudo refuerzan la visión que la mujer tiene de sí misma de no ser deseable o de ser mala sexualmente. Lo que se necesita, en cambio, es una recreación de la situación parental ideal, con el terapeuta masculino sintiéndose suficientemente seguro  de su sexualidad, que no se ve amenazado por los temores a una pérdida de control de impulsos; por lo tanto, puede permitirse a sí mismo sentirse atraído por su paciente y ella puede ver su atractivo y deseabilidad reflejada en su mirada de admiración. Una terapeuta mujer puede ayudar a las pacientes de sexo femenino a negociar esta etapa satisfaciendo lo suficiente su propia sexualidad; por lo que puede admirar abiertamente la creciente consciencia sexual de la paciente sin riesgo de despertar celos en sí misma que le causen rechazo a esa sexualidad. A menudo, la situación ideal en esta etapa es que la paciente vea a la vez a un terapeuta varón y a una terapeuta mujer en alguna combinación, para que sienta el permiso de ser sexual por ambas partes de los representantes parentales, tanto de la madre como del padre.

Para concluir, queremos reconocer que este artículo se ha centrado en el contra-incesto padre e hija. De hecho, la evidencia preliminar ha encontrado que la misma dinámica se produce en el sistema madre-hijo. Puede que el contra-incesto madre e hijo sea menos frecuente, quizás debido a una vinculación afectiva temprana más saludable. También puede que sea más sutil o que simplemente no estemos tan sintonizados como para fijarnos. Esperamos que en el futuro, tanto con la observación clínica como por la investigación, se aclaren estos temas.

Brenda Bary, Ph.D., Analista Transaccional Certificada, tiene consulta privada en Bala Cynwyd, justo en las afueras de  Filadelfia, Pennsylvania, EEUU. Enviar solicitud de copia a Dr.Bary at 111 Presidential Blvd., Bala Cynwyd, Pennsylvania, USA, 19041.

Ron Ohlson, Ph.D., es Analista Transaccional Certificado con práctica privada en Anchorage, Alaska, EEUU. Está titulado en Psicología Clínica.

 

REFERENCIAS

Berne, E. (1964). Games people play. New York: Grove Press.
Friday, N. (1977). My mother, myself. New York: Dell.
Justice, B. & Justice, R. (1979). The broken taboo. New York: Human          Sciences Press.
Koch, M. (1980). Sexual abuse in children.  Adolescence, 15, 643-648.
Parker, S. & Parker, H. (1985, March). Personal Communication and in       Psychology Today, p. 10.
Rubin, L. (1983). Intimate strangers: Men and women together. New York:          Harper & Row.
Summit, R. & Kryso, J. (1978). Sexual abuse of children: a clinical    spectrum. American Journal of Orthopsychiatry, 48, 235-251.
Vander Mey, B. & Neff, R. (1982). Adult-child incest: A review of research   and treatment.  Adolescence, 17, 717-735.

 

ADENDA:

Fundamentalmente este artículo es una breve pero interesante descripción de un fenómeno que los profesionales de la salud mental no siempre tenemos en cuenta. Sobre todo en el trabajo con adolescentes (de ambos sexos), podría convertirse en un tema crucial y delicado.

Algunos aspectos sobre los que me gustaría invitar a la reflexión son:

La complejidad de esta conducta, en parte debida a su sutil manifestación (no hay contacto sexual explícito), solo percibida por los protagonistas involucrados  y que requiere de expertos terapeutas bien formados que sean capaces de crear el espacio relacional que permita describirla, o al menos expresar detalles que podrían ser los hilos conductores hacia el tema central.

Puede darse la situación de que los que acudan en busca de ayuda sean cualquiera de los progenitores, que podrían estar repitiendo patrones aprendidos en su adolescencia temprana. El malestar engendrado no es exclusivo del hijo o de la hija.

La posibilidad de ser explicadas por el contra-incesto las conductas agresivas desencadenadas en ambas díadas (padre-hija, madre-hijo, iniciada por los padres o por los hijos) que se generan a causa de los sentimientos encubiertos de atracción sexual hacia el objeto deseado/prohibido. La función de esta conducta agresiva es intentar “apartarlo”. 
Centrándome ahora en el caso de la relación padre-hija, el foco principal de la lectura, resaltaré como ideas básicas:

La importancia de ser diferenciados en detalle los dos niveles en la relación  seductora: la hija como niña (idealización) y el padre como adulto. En el trabajo terapéutico con la hija (de cualquier edad) es importante y crucial trabajar la  culpa y la vergüenza a través, entre otros, de la normalización.
El sentimiento de miedo en la hija se origina de forma muy generalizada:

  • miedo de perder a su padre, si se sigue aislando y separando
  • miedo de que su padre pase a la acción (opuesto al primero)
  • miedo de perder también a su madre, en quien capta el rechazo, la envidia o los celos
  • miedo a su propio desarrollo y manifestaciones de su sexualidad

La profunda soledad que surge como consecuencia inmediata de todo lo anterior, por el potencial abandono que se está generando.

La confusión provocada en la hija cuando la madre está "cediéndola" a su padre y ofreciéndoles espacio (de alguna manera apoya el incesto). Yo no creo que los sentimientos de envidia o celos y la rivalidad de la madre sean la única gama de respuestas posibles. De hecho, en una madre inmadura frustrada, podría darse el caso de que aliente la relación padre-hija con el fin de que la “niña de papá” le ayude a sobrellevar la pesada carga de su matrimonio. Mensajes explícitos o implícitos contra la relación con otros chicos podrían ser una pista de lo que está pasando.

En nuestra profesión de relación de ayuda, siempre tendremos que considerar los matices de cada caso único y así observar las manifestaciones peculiares y diferentes en la exclusiva situación que se nos presenta.

Angela Pérez Burgos, doctora en Psicología, trabaja con adolescentes tuteladas. Para contactar: angelaburgos@gmail.com

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