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La estructura del yo, función intrapsíquica y mecanismos de defensa: los conceptos originales de Berne.
Richard G. Erskine
Traducción revisada por Jesús Cuadra.
La extensión del pensamiento psicoanalítico traída por Eric Berne(1961) descansa sobre la elaboración y la puesta en aplicación que ha extraido de una idea introducida por Paul Federn(1953), la de las subdivisiones en el interior del yo. Esta contribución berniana a la teoría de los estados del yo ha hecho posible un cambio espectacular en la práctica psicoterapéutica, varios años antes que el pensamiento psicoanalítico se oriente hacía la “psicología del yo” (Kohut, 1971, 1977; Kernberg, 1976) y de que aparezca, en el estudio del desarrollo, una corriente que se interese más en las fijaciones preedípicas y arcaicas y que busque en ellas preferentemente las causas de los trastornos psicológicos (Mahler, 1968; Mahler, Pine & Bergman, 1975; Masterson, 1976, 1981; Miller, 1981; Stern, 1985).
Desde hace 20 años, el análisis transaccional ha sido cada vez más difundido. Por lo tanto muchas nociones originales de Eric Berne han sido mal utilizadas o presentadas de manera simplista. En lo que concierne a los estados del yo, las explicaciones y los ejemplos de Berne han sido frecuentemente tomadas como definiciones. Por otra parte, no se ha podido captar completamente el funcionamiento intrapsíquico y transaccional del yo, a falta de haber establecido la correlación esencial entre los cuatro determinantes de un estado del yo: fenomenológico, histórico, comportamental y social. Hemos llegado a reducir los estados del yo a clases de comportamiento o de experiencias subjetivas descuidando el papel de los mecanismos de defensa, de las introyecciones o de las fijaciones a las etapas anteriores del crecimiento. En definitiva, en los lectores de los textos transaccionales posteriores a Berne, las inexactitudes sobre el sentido original de su pensamiento han inducido la vulgarización de la teoría de los estados del yo, llegando a una comprensión con lagunas de los fenómenos intrapsíquicos:
El Yo
En La psicología del yo y la psicosis , Federn (1953) describe el yo, no como un puro concepto teórico, sino como un estado vivido real y objeto de experiencia. En alemán, Freud ha elegido desde el origen la expresión “das ich” literalmente ”el yo”; en ingles, el término “ego” cogido del latín suena más abstracto. El yo es el aspecto del sí mismo ligado a la identificación y a la no-identificación, a nuestra convicción vivida de que “esto es mío” y de que “eso no es mío”; es lo que discierne las sensaciones internas y las separa de las que tienen su origen en el exterior del organismo. Es nuestra identidad, el “yo tengo hambre” , “yo soy psicoterapeuta”, y también “ yo no soy chofer de autobús aunque sea capaz de llevar uno”.
Federn ha observado que el yo habitual de los enfermos gravemente perturbados no se identifica unicamente con las sensaciones internas: ocurre que se identifica simultáneamente con los estímulos provenientes del entorno, pero ocurre también que se distingue de ellos. El yo de estas personas tiene otra característica: el sentimiento de identidad y las reacciones al entorno que manifiestan son análogos a los de un niño pequeño. Federn constata estos fenómenos describiéndolos como diferentes “estados” del yo, es decir, como identidades múltiples. En otros fragmentos, hace alusión a la presencia psíquica constante de las figuras parentales en los enfermos psicóticos (Weiss, 1950). Continua definiéndola en relación con el concepto del superyo, sin llegar a considerarla como un estado del yo distinto.
En el curso de su análisis personal con Paul Federn, Eric Berne sufre fuertemente la influencia de las ideas teóricas y de las interpretaciones de su análisis que conciernen a los diferentes “estados” del yo.
Además, a lo largo de sus quince años de análisis con Federn, y luego con Erik Erikson, Berne ha explorado la intuición y la imagen del yo (Berne, 1949, 1955, 1957ª). Basándose en estas experiencias y en estas observaciones clínicas, Berne ha utilizado la teoría del crecimiento formulada por Erikson (1950) para desarrollar los conceptos de Federn (1953) y matizar la noción de estado del yo (Berne, 1957b, 1961).
Los estados del yo
Hasta 1966 , Berne supone que su lector está en posesión de una buena definición del Yo. Describe un estado del yo “fenomenológicamente como un sistema coherente de sentimientos ligados a un asunto determinado, y operacionalmente como un sistema coherente de tipos de comportamiento: de manera pragmática, se trata de un sistema de sentimientos que determinan un sistema correspondiente de tipos de comportamiento”(Berne, 1961, p.17).
Por otra parte, Berne utiliza una descripción no técnica de los tres estados del yo, el Padre, el Adulto y Niño, para tratar las manifestaciones fenomenológicas de los tres órganos psíquicos, el exteropsíquico, el neopsíquico y el arqueopsíquico. Estos tres órganos tienen como función organizar los estímulos internos y externos. Conciernen a lo mental tomado de las fuentes externas (exteropsíquico), lo mental arcaico remontándose a una etapa anterior de crecimiento (arquepsíquico), y lo mental actual (neopsiquico). A lo largo de Análisis transaccional y psicoterapía, Berme emplea igualmente el término “órgano psíquico” o el término “estado del yo” para “designar los distintos estados de lo mental y los patrones de comportamiento que les corresponden” Berne, 1961).
-- Según Berne, “el estado del yo Adulto está caracterizado por un conjunto de sentimientos, actitudes y patrones de comportamiento adaptados a la realidad corriente”(Berne, 1961, p.76). La palabra “autónomo” significa que ningún yo arcaico o introyectado interfiere su control en el funcionamiento del estado neopsíquico del yo. Cuando una persona está en el estado del yo Adulto, está plenamente en contacto con lo que ocurre dentro y fuera de su organismo de un modo apropiado a la etapa de crecimiento que ha alcanzado. Esta función neopsíquica del yo (mental actual) toma en cuenta e integra:
- lo que ocurre en cada instante en los planos internos y externos:
- las experiencias pasadas y sus efectos
- las influencias psicológicas de personajes importantes en la vida de la persona, y sus identificaciones con ellos.
Este estado del yo Adulto comprende elementos múltiples: comportamientos motores en armonía con la edad actual; recursos emocionales, cognitivos y morales correspondientes al periodo del crecimiento por el que la persona atraviesa; creatividad; capacidad para comprometerse plenamente en relaciones significativas impregnadas de contacto con los otros. Berne ha iluminado estos aspectos con ayuda de palabras griegas “Ethos” y “Pathos” (1961, p. 195). Añadiría por mi parte “Logos”, la capacidad de lógica y de razonamiento abstracto y “Technos”, la facultad de crear. De esta forma se tiene una descripción completa de los recursos neopsíquicos del estado del yo Adulto para integrar los valores, tratar la información , reaccionar a las emociones o a las sensaciones, ser creativo y estar plenamente en contacto.
-- En contraste con este estado neopsíquico del yo, Berne toma en consideración un estado del yo arcaico formado por fijaciones anteriores al crecimiento: “El estado del yo Niño es un conjunto de sentimientos, actitudes y patrones de comportamiento que son vestigios de la infancia del individuo” (Berne, 1971, p. 77).
Frente al mundo externo, frente a las necesidades y sensaciones internas, el modo de percepción es característico de una etapa anterior. Incluso si parece en contacto con la realidad de hoy la aborda con capacidades intelectuales, relacionales y emocionales de un niño de la edad en que se han producido la confusión o el traumatismo no resueltos. En una palabra, hay fijación
Nótese que hablar de un estado del yo Niño en singular puede ser fuente de ambigüedad. Cualquier niño en el curso de su crecimiento pasa por diferentes etapas (Piaget, 1936/1952; Erikson, 1950; Mahler, 1968; Mahler, Pine & Berman, 1975), y la represión y la fijación pueden producirse en cada una de ellas. Es posible que puestos en presencia de algunos tipos de stress pensemos, sintamos y actuemos como más o menos un niño de seis años y que, puestos en presencia de otros, nuestra percepción de nosotros mismos y del mundo se parezca a la de un bebé
El estado arqueopsíquico del yo es mucho más complejo de lo que parece por algunos textos que, para describir los estados del yo Niño, se contentan con algunos ejemplos simples de espontaneidad, intuición, sumisión o emotividad. El Niño, el estado arqueopsíquico del yo, es la personalidad entera del alguien tal como era en una etapa anterior de su crecimiento. Este estado del yo comprende todos los elementos ligados a la etapa en que la fijación se ha producido: necesidades, deseos, impulsos, sensaciones; mecanismos de defensa; proceso de pensamiento, percepciones, sentimientos y comportamientos.
El estado arcaico del yo resulta de un estancamiento del crecimiento ligado a la no-satisfación de necesidades vitales de contacto. Las defensas del niño contra el malestar provocado por esta situación han sido fijadas e incorporadas al yo y esta experiencia no podrá ser plenamente integrada al estado del yo Adulto hasta que estos mecanismos de defensa sean disueltos
-- Finalmente, Berne (Berne, 1961) ha profundizado las exploraciones de Federm concernientes a la presencia psíquica constante e influyente de los padres en numerosas personas. Esta influencia procede de personajes reales quienes, años antes, tenían la responsabilidad de la persona niño y han entrado en interacción con ella. Aquella presencia parental es mucho más tangible que el concepto freudiano del superyo (“Über-Ich” ): la encuesta histórica permite volver a encontrar la huella de lo que ha sido realmente dicho o hecho, por quién, y en qué periodo.
El niño ha convertido el personaje parental en una parte de sí mismo, de su yo. El mecanismo es la “introyección”, una defensa inconsciente hecha por identificación y interiorización.
Berne ha llegado a la conclusión de que los padres “introyectados” se convertían en un tercer estado del yo, “un conjunto de sentimientos, de actitudes y de patrones de comportamiento que se parecen a los de una figura parental” (1961). Pero el término “se parecen” no es lo bastante contundente. Los ejemplos de Berne en Análisis Transaccional y psicoterapia, lo mismo que mis propias observaciones clínicas muestran que el estado del yo Padre es una interiorización real e histórica de la personalidad de los padres (u otros personajes parentales importantes), tal como el niño los percibía en el momento de la “introyección”.
Los contenidos del estado del yo Padre están interiorizados o “introyectados” a partir de las figuras parentales en el curso de la primera infancia y, en menor grado, a lo largo de toda la vida. Si posteriormente no son replanteados, quedan no integrados en el yo funcionando sobre el modo neopsíquico. Por otra parte, las percepciones que tiene el niño de las reacciones, emociones y procesos de pensamiento de los que se ocupan de él difieren según las etapas de su crecimiento. El contenido y la función intrapsíquica del estado del yo Padre varían pues según la etapa de crecimiento en que la “introyección” ha ocurrido. Como mecanismo de defensa, esta es a menudo utilizada cuando el contacto psicológico es insuficiente entre el niño y el adulto importante a sus ojos; el conflicto que deriva de ello es entonces interiorizado y en apariencia mejor administrado (Perls, 1978). Ocurre a menudo que los elementos “introyectados” perduran en el interior de la personalidad, como un cuerpo extraño impermeable al crecimiento y a los aprendizajes ulteriores; en cambio, su influencia en la percepción y en el comportamiento perdura: Es como un bloque errático de personalidad en el seno del yo; fenomenológicamente, la persona lo vive como si le perteneciera, pero se trata de hecho de una personalidad prestada.
Mientras los elementos “ introyectados” son coherentes o en fase (“sintónicos”) con los pensamientos, los sentimientos y los comportamientos del estado del yo Adulto o Niño, a menudo la persona ya no tiene conciencia de ningún malestar intrapsíquico. En el caso contrario, suscitan una impresión penosa de conflicto interno.
Los elementos imaginarios del yo
Casi siempre, los contenidos de los estados del yo arcaico (Niño) han sido creados y fijados en relación con reacciones defensivas, decisiones y experiencias antiguas. Pero este proceso no es único; existe otro en relación con la actividad imaginaria del niño. El resultado se parecerá después a un estado del yo Padre “introyectado” pero eso no debe engañarnos: En la edad preescolar o de la escuela maternal, los niños imaginan a menudo representaciones o entidades que les dan el control, la estructura, las actitudes parentales, o lo que sea del cual sienten la ausencia o la insuficiencia en la vida real; es un proceso de crecimiento normal. Algunos se inventan su “ coco” personal, una creación temible que les amenaza con las peores consecuencias por unos delitos menores. Investir a este “padre” imaginario con todos los aspectos malos o temibles les permite conservar una imagen buena y amante de “mamá” y “papá”. Por el contrario, otros, se ofrecen un “hada madrina” amante y nutritiva que compensa la frialdad, la ausencia o los malos tratos de los padres reales. La creación imaginaria sirve de protección entre lo que han hecho los padres, y las necesidades y los deseos del niño.
En el curso de las etapas ulteriores del crecimiento, la mayor parte de los niños abandonan estas imágenes. Pero en las familias en las cuales para sobrevivir es necesario reprimir los recuerdos o la conciencia de las necesidades y de los sentimientos, pueden fijarse y seguir sin integrar en todo lo que el niño asimilará ulteriormente. Sean cuales sean los rasgos de la imagen fijada en el estado del yo Niño, acaba con los años por ejercer una influencia intrapsíquica análoga a la del estado del yo Padre. Pero este “pariente” imaginario es generalmente más exigente, menos lógico y menos razonable aún que los padres reales: no olvidemos que sale de la imaginación de un niño ¡estas imágenes influyentes dan lugar a conjuntos de pensamientos, de sentimientos o de comportamientos sin integrar que se encuentran como “envueltos” en el psiquismo, y ante los cuales las persona reacciona como si fueran auténticas “introyecciones” de los adultos importantes de la primera infancia.
Mecanismos de defensa y funciones de los estados del yo
Hasta aquí he tratado el desarrollo y la estructura de los estados de yo. Su función es asegurar la interacción dinámica entre los procesos intrapsíquicos y las actividades externas manifiestas. Entre los procesos intrapsíquicos están los comportamientos y los modos de pensamiento arcaicos, los comportamientos y las actitudes “introyectados” a partir de personas importantes y también -es primordial- los mecanismos de defensa conexos.
En todos sus escritos, Berne supone que el lector está familiarizado con la teoría psicoanalítica de los mecanismos de defensa. Es por esta razón por lo que, en el análisis funcional de los estados del yo no ha precisado su papel. Antes que él, Federn (1953) había analizado en detalle la unión entre los estados del yo y los mecanismos de defensa. No se puede comprender el funcionamiento de los estados del yo sin volver a recordarlos. Es por su fijación por lo que los aspectos del yo arcaico (Niño) o “introyectados” (Padre) siguen siendo estados del yo separados y no se integran a la conciencia neopsíquica (Adulto). La conciencia que tiene el estado del yo Adulto de las necesidades, de los deseos, de los recuerdos, de las influencias externas se encuentra entonces bloqueada por la perpetuación de defensas:
- Las del bebé como la evitación, la “congelación” de las reacciones, “la lucha” (Fraigberg, 1983).
- Las de la edad oral tardía: la escisión (Fairbairn, 1954) y la transformación del afecto (Faiberg, 1937).
- Por fin, las de la primera infancia tal como las ha descrito Ana Freud (1937).
La función de los estados del yo, consecuencia de la fijación de los mecanismos de defensa, se observa bajo dos formas: el estado del yo puede ser activo o influyente en el nivel intrapsíquico. Así, el estado del yo exteropsíquico (Padre) se manifiesta cuando la persona, de un modo activo, siente, percibe su entorno y actúa lo mismo que lo hacían sus padres años antes. Pero cuando el padre es influyente el “individuo se muestra obediente como un niño” (1961, p. 76).
El estado del yo arqueopsíquico presenta también dos forma: “el niño adaptado se manifiesta por un comportamiento que se puede interpretar como sometido a la influencia parental (por ejemplo la complacencia o el retraimiento).
El niño natural se manifiesta por formas independientes de comportamiento como el espíritu de rebelión o la indulgencia hacía sí mismo” (Berne, 1961, pp. 75-76). En uno y otro caso el estado del yo Niño es arcaico: muestra, a veces, mecanismos de defensa fijados a una etapa anterior del crecimiento, a veces una libertad frente al control, libertad que expresa de un modo arcaico. En Análisis Transaccional y Psicoterapia (Berne, 1961) y también en Los Juegos En Que Participamos (Berne, 1964), los términos “adaptado” y “natural” son adjetivos calificando los estados del yo Niño y describiendo manifestaciones de dinámicas intrapsíquicas. No son sustantivos como “Niño Adaptado” y “Niño Natural”; Berne no los emplea para designar estados del yo, sino para describir la interacción mutua que une un proceso intrapsíquico con el comportamiento.
El yo Adulto integrado
La identidad que cada persona se atribuye, en otros términos su yo, puede englobar los tres estados del yo, y sus transacciones con los otros pueden emanar de cada uno de ellos; muy a menudo por otra parte, la persona no tiene conciencia del estado del yo que está activo. Problemas psicológicos amanecen cuando las ideas, las imágenes y las emociones “introyectadas” y/o arcaicas contaminan las percepciones aquí y ahora del estado del yo Adulto. En este caso, a nivel fenomenológico, la persona parece tratar estímulos actuales, tomar en cuenta sensaciones y sentimientos de hoy, y comportarse de modo apropiado a la situación, pero de hecho no es así. No se da cuenta de que las ideas y emociones “introyectadas” , y/o los sentimientos y decisiones de su infancia invaden sus percepciones presentes. A menudo, esta situación engendra problemas de comunicación y relación
En un yo sano, el estado del yo Adulto funciona de un modo plenamente neopsíquico; dirige y ha integrado y (asimilado) los contenidos y las experiencias arqueo y extereopsíquicos. Puede ocurrir sin embargo, que no pueda desenvolver esta función sana de integración. Es el caso cuando las fronteras de los estados del yo son muy permeables o demasiado poco definidas, o cuando mecanismos de defensa anteriores siguen fijados, lo que se manifiesta de dos modos: el Adulto sigue en fase (“sintónico”) con experiencias del Niño y/o del Padre o bien está contaminado.
La contribución teórica mayor de Eric Berne a la psicoterapia ha sido su elaboración y su clarificación de dos preguntas esenciales: ¿Cuáles son los diferentes estados del yo en la vida intrapsíquica y en las manifestaciones externas de la persona? Y ¿Cómo determinan nuestras transacciones con el prójimo?
El análisis transaccional tiene una capacidad única de contribuir al progreso de la psicoterapia siguiendo a la vez el eje de la terapia profunda y el de la terapia cognitiva-conductual. Por eso debe ir más allá de una definición comportamental de los estados del yo e insistir sobre la aportación de Eric Berne a propósito de las estructuras del yo, del funcionamiento intrapsíquico y del la comunicación interpersonal.
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